En mi país existe un programa de
televisión que transmite un canal privado todas las mañanas, de lunes a
viernes. Los espectadores pueden llamar y opinar sobre el tema del día.
Hace algunos meses yo miraba esta emisión. El tema era: Si usted pudiera nacer
de nuevo ¿en cuál país le gustaría hacerlo?
Yo escuchaba las intervenciones con
atención. Una señora llamó: “estoy muy feliz de ser colombiana, sinceramente yo
quisiera volver a nacer en Colombia”. Más tarde llamó un señor: “yo quisiera
volver a nacer en Colombia, es el mejor país del mundo”.
¿Colombia el mejor país del
mundo? Pero,¿ por qué? Porque hay muchas frutas, porque tenemos
todos los climas, porque las mujeres son hermosas, porque en Colombia todo el
mundo sonríe, esas eran las razones del presentador para justificar con
entusiasmo las respuestas del público.
Nunca he intentado llamar o
participar en un programa de televisión. Pero ese día me imaginaba haciéndolo.
Yo había preparado mi respuesta, iba a decir: “Buenos días, si yo pudiera
volver a nacer, yo quisiera nacer en cualquier otro país menos en Colombia”.
Imaginaba la expresión de horror del presentador y su manera de justificar mis
palabras, cambiando el sentido de la frase o incluso inventando un problema
técnico para finalmente cortar la llamada.
En Colombia está prácticamente
prohibido ser sincero y hablar por ejemplo de eso que no permite que la mayoría
de la población coma frutas todos los días, que pueda viajar por todo el país y
disfrutar de los climas. Pocos hablan sobre lo que impide que muchas
mujeres en condiciones difíciles de trabajo, sexismo, falta de educación
y pobreza puedan tener al menos un minuto para contemplarse en un espejo.
Yo llegué a Francia el 13 de
septiembre, salí de Bogotá, la capital colombiana y la ciudad en la que nací.
Allá dejé a mi familia, mi mamá, mi papá, mis amigos, mis compañeros y a muchas
otras personas a quienes les debo mi interés por hablar sobre la realidad
colombiana.
Cuando llegué a Francia me encontré
con un país en el que hay diferentes culturas. En mi vida había visto tantos
árabes y personas originarias de África. Yo aterricé en un país más
organizado y limpio que los que había conocido antes de venir a aquí.
Vine a Angoulême para continuar mis
estudios. Esta ciudad es tan pequeña y tan tranquila que mi imaginación se
inventa problemas que no existen, para darle un poco de ritmo a mi nueva vida
aquí.
Aparentemente los ladrones no
existen por acá, en todos los almacenes la gente sonríe e incluso si no se
compra nada los vendedores desean un buen día. Para los estudiantes
existen muchas ayudas que nadie en América Latina imagina. Las condiciones de
vida parecen más justas y me da la impresión que facilitan la existencia.
En este ambiente tranquilo empecé
una encuesta para conocer la opinión que tienen los franceses sobre Colombia.
Debo confesar que yo ya imaginaba las respuestas: la guerra, la droga, la
violencia, Ingrid Betancourt.
Comencé mi búsqueda hablando con
otro estudiante. Su primera palabra fue “droga…” y después “…realmente yo
no sé nada sobre Colombia, apenas lo que muestran las películas de Hollywood”. Al
día siguiente yo les hice la misma pregunta a un señor y una señora. De nuevo,
la primera respuesta fue la droga, pero eso sí mucho más precisa “la
cocaína”. Mi segunda pregunta era: ¿Usted conoce algún famoso colombiano?
El silencio cada vez era más largo.
Finalmente alguien respondió: “¿Quizás Ingrid Betancourt? Pero no estoy seguro
que sea colombiana” Yo respondí: “ Si, ella es colombiana, incluso cuando la
secuestraron las FARC era uno de los candidatos a la presidencia de Colombia”.
Debemos detenernos un poco en este
punto. Porque aquí las opiniones de colombianos y franceses divergen.
Hoy, el libro que Ingrid Betancourt escribió contando su experiencia de 7
años de secuestro “Même le silence a une fin” empieza a ser distribuido en las librerías
colombianas, francesas y de otros países. Este libro es recibido por los
colombianos dentro de un ambiente de antipatía e indiferencia con el riesgo de
ser un fracaso comercial.
Allá, la gente cree que Ingrid
Betancourt es antipatriota y ambiciosa, después de haber pedido quince millones
de dólares al gobierno colombiano como indemnización por los siete años que
estuvo en cautiverio. Ella debió retirar la demanda porque el gobierno
demostró que Ingrid había puesto su vida en peligro. Ella no escuchó las
recomendaciones que les hacían a los candidatos de no ir al Caquetá un
departamento colombiano en donde los guerrilleros están en todos los rincones.
Sin embargo, en Francia el
periódico Le Monde en un artículo
publicado el 20 de septiembre la describe como una mujer frágil y elegante. El
texto dice: “ella tiene una voz dulce y
pausada, pero en Ingrid se siente una voluntad inquebrantable y carácter de
acero”. Me doy cuenta que en Francia Ingrid es un ejemplo de heroísmo.
Ingrid es una mujer que tuvo la
posibilidad de estudiar. Ella recibió una educación francesa en el Liceo
Francés de Bogotá desde la primaria. Al contrario de muchas colombianas que
deben dejarlo todo, hasta sus sueños, para sobrevivir y ofrecer a sus hijos
algunas condiciones de vida respetables.
Se podría pensar que Ingrid debería
ser la mujer que representa a la colombiana que ha sido víctima de una u otra
manera del conflicto armado y podría dirigir movimientos para pedir al gobierno
el derecho a la reparación. Pero actualmente para los colombianos Francia
está tan alejada como Ingrid se alejó de ellos.
La siguiente pregunta en mi
encuesta era: “¿Usted sabe quién es Shakira?” En Colombia se dice que Shakira
ha trabajado para dar una mejor imagen del país, un imagen diferente, sin
entrar a juzgar si su música es buena o no. Aunque siento decirle a mis
compatriotas que los franceses no saben que Shakira es colombiana. Alguien me
dijo que pensaba que ella era brasilera.
Prácticamente en todas mis conversaciones,
la gente me dijo que ellos pensaban en la droga gracias o por la culpa de las
películas americanas.
Yo creo que en un país como
Francia, hay desinformación sobre la realidad de los países de América Latina.
De hecho las imágenes y los estereotipos del cine e Hollywood son los más
conocidos. Lo más preocupante es que en Latinoamérica e incluso Colombia
la mayoría de la gente vive en la desinformación y la indiferencia.
Yo sabía que las impresiones que
tienen los franceses sobre Colombia vienen de los discursos difundidos por los
medios estadounidenses. Pero honestamente todos esos esfuerzos que hace
el gobierno colombiano para promover y vender una buena imagen del país a los
colombianos no tiene prácticamente ningún efecto en el exterior. Cuando en los
noticieros hablan de las acciones de la asociación de Shakira, de los eventos
benéficos organizados por Juanes alrededor del mundo, los colombianos se
distraen de lo que pasa dentro del país.
Los colombianos no
se dan cuenta lo que viven miles de familias que llegan a Bogotá sin nada. Familias
enteras lideradas por mujeres que acaban de perder a sus maridos.
Ahora yo estoy en Francia y siento
una necesidad inexplicable de mirar la televisión colombiana. Siento un interés
de ver ese programa de la mañana y escuchar de nuevo las llamadas de los
colombianos. Disfrutar el acento de mi país, analizar cada intervención, sus
palabras, sus emociones y porque no participar esta vez.
Imagino las palabras del
presentador: “Bueno, tenemos una llamada desde el exterior. En dónde
está?” y yo diré “ Buenos días, estoy en Francia y extraño a mi familia”.
Inmediatamente la celebridad que anima el programa me dirá: “Seguramente, usted
es una colombiana que da una buena imagen de nuestro país. Qué alegría, saber
que hay colombianos en el exterior que hacen buenas cosas por nosotros. Que le
cuentan al mundo lo lindo que es Colombia, donde viven muy buenas
personas”. Yo sonreiré y le diré: “si, por supuesto que digo buenas
cosas…Esta vez seré yo la que cuelgue. Yo no podría mentir en televisión. Yo no
soy famosa como Ingrid Betancourt y Shakira y no necesito ganarme el
reconocimiento de nadie
A mí me gusta hablar de Colombia
con la gente que conozco en la calle. Así puedo discutir sobre lo bueno y lo
malo de mi país. Provocar de alguna manera el debate. Motivar a algunos jóvenes
como yo a cuestionarse, a trabajar, no para mejorar nuestra imagen, sino para
incitar y abrir el espíritu reaccionario de los colombianos.